Tomando Sol...

Beth caminaba descalsa por la arena caliente, apretando los pequeños granos en los pies cuando vio a una joven que llamó su atención. Se encontraba descansando sobre una silla playera, luciendo sin inhibiciones un bikini negro que favorecía mucho a su perfecta figura.
Se le hacía bastante conocida; probablemente se la había cruzado en el hotel, o en algún set de grabación, quizá.

Se detuvo en seco, bastante cerca de donde la otra se encontraba, y tomó asiento sobre la orilla, dejando que las olas lamieran sus extremidades. Esa mujer despertaba su interés, pero trató de no darle más importancia de la deseada; sin embargo, no evitaba mirarla de reojo de vez en cuando.

Observó cómo la otra bebía el jugo, seguramente ajena a los ojos dorados que la penetraban. Lizzie se puso de pie con decisión, y caminó lenta y sensualmente hacia la que descansaba en la silla. Al estar más próxima, descubrió que la joven era más bella de lo que parecía a la distancia. Ambas estaban en el mismo mercado, y tenía muchos deseos de conocer a su completencia.

"Rementinamente la sed me ataca" pensó con malicia, elavorando una tonta excusa para entablar conversación.
-¿Podría decirme dónde consiguió eso?- cuestionó con suavidad, señalando con un grácil movimiento a la bebida.

Tomó asiento sobre la arena nuevamente, posicionándose más o menos en frente de la muchacha.
-¿Ah, sí?- comentó con naturalidad. -¿Y de qué sabor es ese que usted tiene?- cuestionó, tratando de mostrar interés. En realidad, sabía donde vendían los jugos, precisamente había comprado uno antes de emprender su paseo por la playa privada.

"Agh... piña" pensó, haciendo una mueca inconsciente.
-Ah... no, no, se lo agradezco- respodió, negando con la cabeza. -No es de mis sabores favoritos- agregó.
Se sentía extraña buscando conversación con alguien, ya que generalmente la gente se le acercaba a ella, y no al contrario. Sus encantos no parecían provocar nada en la chica; eso la desconcertaba y la excitaba al mismo tiempo.
-Se me hace muy conocida... ¿podría saber su nombre- preguntó repentinamente, sin querer dar más vueltas.

Probablemente la había confundido con alguna actriz reconocida, ya que ese nombre no era el que esperaba oír. Jamás había escuchado algo parecido en su vida, y eso la tranquilizó.
Esa mujer no representaba amenaza alguna, al menos por ahora. Era muy bonita, sí, pero la belleza de Elizabeth era abrumante, y le molestaba un poco que la otra pareciera no notarlo.
-Ah, entonces te confundí- dijo, notablemente menos interesada, perdiendo el trato algo respetuoso con el que había comenzado la charla. -Soy Elizabeth Bathory- se presentó con algo de altivez, jactándose de que ese nombre sí figuraría en su cabeza. No había trabajado en muchas películas aún, pero como modelo era codiciada. Aunque... quizá aquella mujer no tenía ni idea del mundo de la moda, y fuera completamente ajena a su persona; ya no le importaba demasiado.

Rió por todo lo que la joven había dicho en esos últimos 30 segundos.
-Déjame decirte que si intentabas ser cortés y amable al insunuar que soy una don nadie, o al sugerir que me fuera, no te funcionó- comentó, todavía divertida.

-Supongo que por algo me sonaron tan venenosas- dijo con frialdad, tajantemente, sosteniéndole la mirada. -Sea cual fuere la intención, siento que deseas que me vaya rápido. Y te haré el favor- comentó, utilizando un tono más relajado, pero manteniendo sus penetrantes ojos dorados sobre los de Afrodita, casi sin pestanear. -Que disfrutes tu jugo de piña- le deseó, sonriendo de lado, antes de ponerse de pie para emprender su caminata.

Se detuvo al oírle hablar nuevamente, y ladeó un poco la cabeza. -No me lo tomé a pecho; jamás dejo que las cosas lleguen a afectarme- dijo con suma sincerdiad. -En realidad, siento que estabas cómoda sin mí, y me arrepiento de haber venido a interrumpir- explicó, girando sobre sus pies para quedar de frente nuevamente. Detestaba hablar con la gente sin mirarla directamente a los ojos. -Más allá de la intención que hayas tenido, tu comentario no me ofendió ni nada parecido-

Al ver que no pensaba decir nada más, mostró una sonrisa ligera y se encaminó hacia el mar.
"No sé por qué pierdes tu tiempo" se reprendió a su misma, observando al horizonte. "Aunque ella hubiera sido más de lo que es, no podría superarte" se tranquilizó; "no debe hacerlo. Ni ella, ni nadie" pensó, mentalizándose siempre en su meta de truinfar.
Su madre siempre la había presionado para que fuera la mejor, exigiéndole que diera todo de sí, incluso más. Ahora que su madre no estaba, ella era su propia torturadora. Nadie le había inculcado que había cosas más importantes, y por eso no tenía reparo en pasar por encima de todos para conseguir lo que deseaba.
Se sentó sobre la orilla, casi en el mismo lugar en donde se encontraba antes, y sus pies chapotearon un poco con las olas que venían a hacerle compañía.

Se sorprendió al oír su voz nuevamente; la arena había amortiguado los pasos de la joven, y por eso no la había escuchado llegar. Ladeó la cabeza para encontrarse con su delicado rostro, con esa dulce sonrisa...
-No sé si me agrada, pero me tranquiliza mucho- repuso en tono bajo, volviendo a pegar su vista en las aguas. -Y ya deja de disculparte- la reprendió con suavidad. -Si me fui, no fue por tus palabras, sino porque pensé que te molestaba- explicó nuevamente. -Pero, quizás estaba equivocada... Ahora eres tú la que vino a buscarme- agregó, clavando sus ojos piel en aquellos tan claros y honestos.

-Bueno... me enseñaron a nunca dejar pasar una invitación- aceptó. Esta vez no había frialdad ni burla en su tono, sino algo parecido a la amabilidad. Los ojos de la joven, su mirada, su voz, su sonrisa, todo en ella le inspiraba mucha confianza. Por primera vez no estaba haciendo algo para complacer a su madre, haciendo algo para demostrar que era la mejor, sino que haría algo por puro gusto, y se esmeraría para que la rubia se sintiera cómoda; sin competencias ni egocentrismo, simplemente mostrándose como realmente era... o como quisiera ser, en realidad.
Se puso de pie con agilidad, pero con suma elegancia, y le tendió la mano a la otra para ayudarla a ponerse de pie. -Pero que no sea de piña- agregó, dedicándole una pequeña sonrisa tímida.